
Ya me terminé Nada
La Uned tiene un club de lectura, que el mes pasado propuso la lectura de Nada de Carmen Laforet, aprovechando que es el centerario del nacimiento de la autora. Anoche nos acostamos a las mil. Y es que cuando un libro te está gustando cada vez encuentras más ratitos para ir hacia él o él venir hacia ti. Y los finales, os acompañáis juntos hasta la hora que haga falta.
Me ha gustado el viaje de transportarme a una Barcelona de la postguerra y por la mirilla segura de las páginas ver su cotidianeidad. Pero lo que más me ha gustado ha sido el estilo fresco porque ha supuesto también recordar mis propios 18, en esa estapa en la que la vida se muestra tan accesible, tan por estrenar. Donde la vida de tus mayores nada tiene que ver con la tuya, esa parcelación del mundo y las generaciones. Un mundo donde priman las preocupaciones banales y emocionales, los días son una montaña rusa y cualquier pequeña variación te hace subir o bajar de las nubes. Ese momento en el que las amistades lo son todo. Y tu identidad aún no está marcada por tus logros, sino por tu potencial de alcanzarlos.
Muchas de las sensaciones encontradas me produce esta novela, parecidas a las que me produjo Flores de Verano. Ambas están escritas en familias que viven una precariedad a la que no están acostumbrados por clase social.
En ambas se refleja algo muy real y es la vital la importancia de los contactos, lo que supone tenerlos o no en clase privilegiada, máxime en momentos decisivos. Da cierto vértigo ver que el futuro se asfalta sobre los vaivenes y los caprichos ajenos. La personaje principal me llega a parecer detestable en tantas ocasiones por su clasismo snob, su ansia por pertenecer a un mundo de niños ricos, acomodados. Pasando hambre y haciendo pasar hambre a su familiares por tener detalles innecesarios y caros que la hagan desmarcarse de su vida precaria. O puede que sea una forma de escalada social, intentando ganarse los favores de estos. Aún así, hay una escena muy vivida en la que se perciben estos contrastes que me ha parecido tan dolorosamente real, con juegos de poder y arrogancia, contra la ingenuidad de una pobre adolescente, que hasta me ha dado penilla la chiquilla. En ocasiones me recordaba la chica, que para estar escrito hace 80 años, a mucho jóvenes de hoy en día con un pensamiento irreal, que parece dejarse llevar por una corriente progresista en cuestión de derechos humanos, pero esgrimiendo argumentos clasistas.
Mucho más interesantes me parecen los otros personajes, complejos, enrevesados. Con sus luces y sus sombras. Vividos.
La magia de esta novela, sería para mí, precisamente cómo va evolucionando en la mente de la protagonista la forma de observar y percibir a los personajes que están a su alrededor. Ese vaivén emocional que va construyendo sobre la marcha el mundo, desde los ojos de una adolescente que aún no ha vivido, que aún no sabe de la vida, pero que se cree resabida. Como de vuelta, cuando los que están de vuelta son todos a su alrededor, pero han vivido una guerra y otra época
En el club de lectura tenemos que escribir una reseña. Ya la subiré más adelante, cuando tenga más adelantada la sección de vengo de la biblio, que aún sigue en obras.