A media cerveza de más,
vocalizamos peor,
pero hablamos más claro.
Hubiera jurado
que habías dejado de quererme,
de perseguirme,
que ya sólo eran sombras
tus ojos brillantes en la madrugada.
Y con la voz tomada,
acariciando la mano
que siempre evitas tocar,
me di cuenta que tú
no eres más que otro
que echa de menos esa chica
que desecho cada verano.
Y nos cuesta entender
que ambos nos buscamos
en lados equivocados
y hablamos
como si estuviéramos en el mismo momento.
Entonces
la cerveza
me ayuda a entender
todo aquello que no somos capaces de entender
cuando no estamos borrachos.