Bulling docente

No sé cuando empecé a ver que el pelo se me ponía blanco,
blanco,
la canas multiplicándose
y yo ingénua
seguía pensando que si llenaba bien el formulario
que si hablaba con la persona adecuada
que si seguía el protocolo
si me conseguía hacerme entender
y conseguía demostrarlo todo.

Todo acabaría bien
todo acabaría bien, me repetía
pero quién coño nos enseña esa sandez
de que todo acaba bien
de que saldremos airosos
del acoso, del abuso de poder,
del maltrato de un profesor a su alumno.

Y mientras mi cabellera iba mutando de color,
mis fuerzas iban cayendo
Comprobar indefensa que mi lucha a contrarreloj con la verdad
sólo sumaba a mi causa más enemigos.
Ahora los demás docentes, sintiéndose aludidos
ahora los demás compañeros, temerosos a las represalias
ahora un director escéptico que no quiere problemas.

Quién me iba a decir a mí que
a los 30 años
uno puede sufrir más bulling
que a los 15.
pero a los 15, uno aún está aprendiendo a decir
esta boca es mía.

Y no sé qué duele más
si la injusticia
secundada por todos con ese maldito silencio cómplice
que les hace mirar a todos hacia otro lado, felices mientras no les salpique
o la impotencia
de que jueguen con tu futuro.
Que uno no se pone a estudiar a los 30
porque su madre le obligue
o para pasar el rato.

Yo que no tenía miedo
yo que tenía boca
yo que no me callaba
me vi convertida en David
pensando que mi voz era una honda
y cuanto más lanzamientos hacía,
más veía crecer el barro sobre mis zapatos.

E impotente comprobar la impunidad
con la que un mal llamado profesor
podía atemorizar en el aula.
No sólo era machismo, no sólo era prepotencia,
no sólo era desprecio, no sólo acoso
era pura maldad.
Observar cómo jugaba a ser dios
a resarcirse de un posible pasado marginado
y elaborar un plan mezquino
para tener a todos sumisamente bebiendo de su mano.

Lo fácil hubiera sido huir, no huí
a cambio,
años de vida perdidos
mi corazón demasiado acelerado y
mi cabello más blanco.
Un título sí, pero los gigantes airosos
siguen cobrándose sus vidas.
La mía ya no.
No todos los jóvenes son tan cabezones
no todos desprecian el camino fácil.

Yo no huí,
pero siento una derrota
al no haber conseguido hacerme escuchar
ahora estudiar me despierta ansiedad
no puedo evitar sentir malestar al evocar
los días en que nada pude hacer contra aquel hombre
el claustro puede dormir tranquilo
hoy por ti, mañana por mí.

Nadie nos protege de los que sustentan el poder,
ni de los profesores, ni de los empresarios, ni de los políticos.

Pero perder
perder no es sólo que el pelo se ponga blanco.

Perteneciente a Desfragmentando

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