Y después de las miles de locuras que envolvieron mi cabeza, viniste. Raro, como todo lo que últimamente me pasa a mi. Con el corazón en la boca buscándote en aquella plaza, que no sabía donde estaba. Que no sabía cómo comportarme, qué pasaría, que sucedería.
Y llego y me besas, un beso como de pareja de toda la vida, ni pasión desenfrenada, ni distancia confundida. Como si estuvieras acostumbrado a besarme todos los días, como si fuésemos algo más.
Y toda la noche, en la misma cama, abrazándonos con ternura, sin querer separarnos, sin poder dormir… mirándote, acariciándote. Y dejándome llevar por la locura de esta obsesión que me posee desde que te conozco. Y toda esta semana, en la que pareces mi novio de siempre, ahí conmigo, sin quemarnos en la pasión que me suele caracterizar, la cual apaciguas con tus besos y tu ternura. Apagándome poco a poco y cayendo en la marea infinita de besos en los que nos consumimos como dos adolescentes.
Sin embargo, aunque ahora ya no te consumen tus paranoias, ahora no te emparanoian mis movidas, te noto menos atado a mi. Como si nadásemos en una pecera finita, consumiendo las horas como un fósforo que da calor pero que no llega a quemar.
Sin embargo cuando más hablo contigo, más me gustas, por qué me gustas tanto? Yo misma no me lo explico, se me funden las horas contigo, en este ahogar el tiempo que no tengo, en no dormir, en no descansar por estar contigo hasta que se me agoten las fuerzas.
Nos siento encerrados en un baile adolescente en el que nos buscamos con los labios y nos miramos con cariños inocentes. Como si nunca hubiésemos besado antes a nadie, como si empezara toda nuestra historia y yo no tuviera casi 30 años y tú temblaras al acariciarme.
Despacio, contigo siento que el tiempo tiene otras latitudes y mis ojos se emocionan al mirarte, porque no me puedo creer que después de todo hayas venido. Y dices… que volverás… para dar de comer a mi gata raquítica, y quieres que vaya allí tb.
Hoy hablaba con la persona que nos une, las que nos presentó y me dice, ten cuidado, no te vayas a enamorar, y yo le digo que no me da miedo sentir, o si, no sé. Pero qué puedo hacer yo si esto no lo he elegido. Y tras decirme eso, casi me incita a buscar unas cuerdas con las que atarme a ti. Me dice, la libertad tb es elegir a quién atarte.
Me pierdo en tus silencios muriendo en la distancia que nos separa. Dónde estarás, pensarás en mi? Ayer te fuiste, y no sabía nada de ti… ausencia infinita. Silencio y yo con mis fantasmas merodeando en la cabeza, y me llamas y se espantan, todos a una. Oigo tu voz, que cada día estoy más convencida que es la que me ha hipnotizado en esta locura. Y te siento otra vez cercano, me llamas y me dices que estás mirando el ático, ese al que te quieres ir a vivir y quieres que vaya a verte… Me muero, me deshago, nuestras conversación es corta pero me deshace…
En mi tontería me muero y soy incapaz de llamarte, de invocarte, me siento en desventaja en esta extraña relación, es como si no me creyera que me haces caso. Como si todo fuera mi fantasía. Se me agolpan los miedos de que realmente no seas presa de mi encanto.
Y muerta, me quedé muerta cuando me deleitabas con tus ojos después de escucharme en el recital y me dices que quieres tatuarte mi poesía en tu espalda. Mi corazón se para y siento que me falta la sangre en el cuerpo en ese momento. Y no puedo creerme que hayas estado aqui, me deshago en besos y abrazos, en miradas tiernas, en tus no palabras que me asfixian pensando que no sientes nada. Pero a trazos se te escapan algunas palabras que me inquietan al escucharlas, me hacen sentir que no es alucinación mi desvarío. Cuando me preguntas por quien me llama desconfiado o lees las poesías de mi ex con curiosidad. O cuando me dices, con esa cara y esos ojillos, que mientras dormía y cocinabáis viniste a darme un beso y que yo no me di ni cuenta, y que al acostarte conmigo seguía dormida y no me di ni cuenta de que él estaba ahi conmigo abrazado. Y al oirte noto como tus palabras me llegan, porque me siento igual cuando te beso, te acaricio y te busco en la noche y estás dormido. Y me como la cabeza pensando que no estás. Que ya te has ido, pero despiertas, y me vuelves a besar y me abrazas y me siento llena de nuevo. O cuando me vuelves mencionar tus miedos con mi virtud de viciosa y perniciosa que desbaratas enseguida con una sonrisa y una mirada que me fascina.
Hay un efecto que ejerces en mi y es que se me quedan pegados los labios al besarte y me cuesta dejar de besarte, porque tienes un efecto narcótico que me hace adicta. Por ello sufro en las despedidas, y me cuesta besarte, pero vienes a buscarme, y cuando acercas los labios y me besas, cuando yo había dejado de besarte, una vez más para enfatizar ese no quiero dejar de besarte. Y me muero. Me muero con cada uno de tus acercamientos. Estoy viviendo una especie de sueño en el que aunque te tengo entre mis brazos, entre mis labios, merodeando mi mirada, aún no me lo creo.
Ten cuidado no te vayas a enamorar… como si una pudiera controlar este río incontrolable de mariposas que me desvelan pensando en ti. Y eso, que caigo en mil miedos, y eso que no quiero creerme nuestros futuros reencuentros.