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Droga para gatos archivos - Laura Mequinenza

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Hay tantas razones transparentes dibujando los límites de los tiempos no marcados

Ese olor a playa maldito

Ese peso negro de la pobreza.

Se me escama la piel al escuchar vacíos en nuestros renglones.

Distancia fría

La sombra del pánico,

Masticar cada día tu ausencia.

Momentos esdrújulos confundiendo oblicuo con agudo.

Volver a los dieciséis

Atornillarme en el descansillo

El termómetro afilado enfría mi entrepierna.

La peonza gira caprichosa

ardiz de destinos futuribles que se marchitan.

Ráfagas de fantasmas estornudando la falta de lógica.

Decadencia

Letanía, sabor agrio entre dientes.

La loca de los gatos que rebota en nuestras consciencias.

Versando nuestras distancias y saciando nuestras ansias a la hora justa.

A contrarreloj.

Adios entre cristales.

Teñirnos, de otro color, de otro nosotros

Convertinos en la caricatura de nuestros demonios.

Lencería quemada

resina en las comisuras de los labios

Sabes a gastado

y yo a cerilla consumida.

 

Mas cuando más me azota la desesperanza

dibujas un abrazo perfecto

recordándome

la perfección on que encajamos

y te disfrazas de sonrisa

bálsamo instantáneo

transformando todas mis grietas

en meros efectos de la luz

Sombras que parecen cráteres

Elevaciones que semejan montañas

Y entonces comprendo los mecanismos para volverse loco

para perder el juicio

cuando no hay quien sepa tenderte la mano

desde el otro lado.

 

Febrero 2013

 

 

Devórame
Devórame antes de que la bestia que vive en mi, nos consuma.

No hay destierro posible,
no hay dolor inconcebible.
Me he arrancado las uñas
me he emparedado bajo la lluvia
he vencido al miedo pisándole la sombra
he vestido las noches
con las dobleces de tu voz.

Pero la bestia arde, gime
dibuja coces en mi costado
estigmatiza mi lengua, mis labios
me estrangula en cada espejo
en cada palabra cursiva
en cada caricia abandonada.

Pero tú…devórame
Devórame entera, hasta hacerme cicatrices por dentro.
Sin miedos
Sin leyes
Sin Norte
No hay cadenas que me detengan
ni cima lo suficientemente elevada
no hay forma de limpiarse la marca
no hay lugar donde esconder mis armas
no hay manera de escapar
ni de evitar la marea que arrastra

Me he cosido los ojos
me he cortado los pies
ha dibujado mapas falsos
he regalado el tacto y el olfato
he mudado de piel
y he cambiado de nombre.

Pero la bestia quema, grita, se queja
desgarra mi garganta árida
electrifica mis venas, las convierte en alambres
Me asfixia en cada ventana
en cada frase entrelineas
en cada suspiro que me falta.

Pero tú…
devórame
devórame entera
hasta hacerme cicatrices por dentro
antes de que,
la bestia que vive en mí,
nos consuma.

 

Yo también querría que todo hubiera pasado de otra forma, que nunca hubiera tenido que irme, que nunca se rompiera nuestro universo felino, que arreglásemos todo conflicto en ese lugar donde sirven ese plato que tanto me gusta o haciéndote gala de uno de tus platos favoritos.
Al final fuimos los valientes que caen por el precipicio, yo también quería saltar, y no pudimos salvarnos.
El mundo no es para nadie, no te engañes. Yo también podría llorar todas mis derrotas, pero el mundo no es para nadie. Estamos hipotecados y hasta nuestros sueños, vienen de fábrica.
Yo, decidí no vender más veces mi alma, y aunque quisieras, no puedo sentirme culpable por ello.
Nunca volvimos a ser los mismos desde que dejamos de felicitarnos diariamente por estar juntos, porque dejamos de estar juntos, y no estábamos preparados para ello.
Siempre fui una soñadora suicida a la que no puedes enseñar un capote rojo, mi naturaleza me lanza contra él con una fiereza inexplicable.
No son mejores los días sin ti, no soy otra que ahora quiera otras cosas, soy la misma poeta incomprendida que morirá sola.
Aveces me tienta una vocecilla oscura en mi cabeza y me dice que mis castillos en el aire son locuras Quijotescas¿ Y si es verdad que soy un Don Quijote que lucha contra molinos? ¿ Y si no tiene cura mi locura? Créeme que mi peor enemigo soy yo misma, ya quisieran mis enemigas hacerme tanto destrozo como me hago yo: Lleno mi mundo de jirones, de pedazos rotos que luego no se cómo volver a juntar. Y cuando estoy apunto de rendirme, la luna me coge del lomo, como si fuera un gatito pequeño en las fauces de su madre y me enseña mi filosofia.
¡Ay! ¡Qué sencillo cuando lo veo todo desde fuera, ahí no tengo dudas ni flaquezas. Lo veo tan obvio, tan sencillo. Y sé que es precisamente ser yo misma, con mis ideas de hidalga colgada las que me hacen sentirme viva, las que me definen más allá de mis triunfos. No es orgullo terco, no.
Es la sensación de seguir adelante con el proyecto de mi misma, es ser la persona que soy y ser feliz. Tú no querrías que fuera otra tampoco, te enamoraste de mis alas violáceas, te gustaba tanto cómo las tendía al sol y la forma en la que la luz las proporcionaba ese color, esos brillos.
De noche, las acariciabas con cautela.
¿Cuántas veces estuvieron apunto de quebrarse, eh? Todas ellas, te alejaron más de mí que la propia distancia.
No, no soy animalillo que puedas encerrar por mucho tiempo. Necesito mis dosis de sol para poder existir. Y en el fondo sabes que nada es culpa de nadie, porque aprendimos que las cosas que hoy puedes reprocharme, eran las historias de otros, no éramos nosotros, nunca lo fuimos.
Y hoy leo tus letras, y sé que no esperas con el plato caliente a la chica que soy hoy, no, no me esperas a mi, esperas a la que un día tuvo que abandonar Madrid, dejar la azotea manchada de nosotros y que dejó de existir ese día.
Lo que quedó de ella en mí, para ti, no fue suficiente, no pudimos saltar el precipicio con mis alas secas. Sólo puedo volar con ellas, cuando lucen, y sabes que hace mucho que no lucían para nadie. Yo no puedo sentirme culpable por haberme ido, por dejar todo manchado y no recoger los pedazos. Me hubiera gustado que no fuera así. Yo también quería poderes infinitos y no haberme tenido que ir. Yo también nos echo de menos…
Pero ahora, ya es tarde para buscar culpables.

Si colocara en un tarro
todas las promesas rotas,
éste reventaría.

Imagino cómo flotan los pétalos
que se desprenden de las esperanzas,
adiós tallo,
adiós raíces.

Me hubiera gustado
un final más utópico,
menos típico.
Adiós.

Hoy estuve en aquel lugar donde rompen las olas donde una vez fingimos salvate tú, invocándolo fatalmente como sueño premonitorio. Las olas rompían una y otra vez sobre las rocas que yo saltaba difusa aquel día.

No paraba de pensar en ti y en que, tal vez, ese ir y venir de las olas es un reflejo de la forma en la que nos empeñábamos en chocar contra una historia  imposible.

En ese Distancia, fatal distancia

Cada día me debato en si seguir o no contigo
No quiero odiarte pero te estoy cogiendo asco
de las cosas, que creo,
que nos separan.

Puede que simplemente sea yo
que necesite estar sin ti
aprender a no sentirte alguien en concreto
y a “estar” o “no estar”.

Peleamos,
antes de llegar a esta repisa
otra vez discutiendo.
Tú me pedías un abrazo
y yo no conseguía dártelo,
porque no me sale
me sale cuando me sale
y ahora no podía abrazarte.

No reclamaré a nadie esta tarde
prefiero esperar
mientras escribo
mientras observo cómo inundan todo los colores.
Esa manía del verano de iluminarlo todo
De llenar de vida
por ejemplo
a cualquiera de esas parejas
con las gafas de moda
tan psicodélicas
y con esas caras de asco.

¿Será siempre así?
¿Acabaremos todos
cogiéndonos asco?

No puedo parar de mirar a esa pareja
¿Seremos nosotros, también así,
una pareja que camina abrazada
pero que se miran con cara de asco?

Aveces es difícil decir adios
adios definitivamente
porque el real, no se elije
simplemente sucede.
Algo se rompe dentro
y tratamos de remendarlo
y no se elije
empezar a sentir “ese” algo.

Ahora de cuerpo presente
no sabemos decir adios
y lo sujetamos
mientras se va pudriendo
en nuestras manos.

Se raya el cristal en el apartado
“de lo suscribo todo, sin leer la letra pequeña”,
perece, vence, final.
Y no hay más: lo único importante,
haría cualquier cosa, siempre, nunca.

Se acaba el bocadillo de sonrisas felices
y comieron perdices
y el tragaluz se vuelve vómito
y no soporto una noche más sola,
ni acompañada, ni viva,
y cada mañana es un recordatorio.

Se vence el calendario
y caen las arrugas en el lavabo.

Podríamos bautizarnos
como nuevos habitantes
y sangrarnos los fantasmas
y las excusas,
pero no hay mapa
y yo nunca tuve buena orientación
y me confundiría de salida.

Sería mirarnos fijamente
y olvidarlo
todo
empezar de cero,
si es que existe el cero
y si es que después de olvidar
se puede
empezar
de nuevo.

Cuando vuelva, dime que aún te acordarás de mi,
de esa yo que yo era, de esa yo que está por volver.

Cuando vuelva, quiero
que volvamos a perseguir el aroma a té
que deja el chocolate entre mis labios.

Volveremos a fingir que somos dos desconocidos
y me tocarás a escondidas
mientras nadie nos mira
o creemos que nadie nos mira.

Y te llamaré para que vengas corriendo de madrugada
y me descubrirás vestida de princesa o de guerrera
y jugaremos a desarmarlas.

Cuando vuelva
habrá maullidos en la ventana
y sonido de palomas en la cocina.
Y el invierno anidará rojo en mi espalda
mientras pelean las calzas en mis piernas.

Esa yo, que inventa aventuras
para entretenerte y evitar que te vayas.
Esa yo que sonrie distraida
cuando metes la pata.
Esa yo que sabe trepar a los tejados,
batir las alas y cazar malos pensamientos.
Esa yo quiero-arreglar-el-mundo
que no quiere atarte
y que le gusta verte
revolotear travieso.

Cuando vuelva dime que otra vez
nos hará cómplices el silencio
otra vez
ese abrazo-puzzle
en el que tan bien encajamos.

Cuando vuelva
dime
que aún te acordarás de mi
y que me pedirás
que nunca más
me vaya.

La parte que se consume de nosotros, crece
Se alimenta del miedo,
ese que cultivamos, a cada rato,
en cada alacena. Miedo.

Miedo que crece como vello
que se esconde en mis poros. Miedo.

Y nace la lumbre que achica la fuerza
que dibuja muros.
Envenena la lengua
arrancando lágrimas
que nos separan más
que esta fría distancia.

Y la noche, que lo cubre todo
te hace más feo, más borroso
y te garabatea a ti con dientes fieros
y a mi con garras afiladas.

Miedo. Miedo al miedo.
A que corramos con fuego
ahuyentándonos
creyendo ir en nuestra ayuda
como un perro pequeño
que teme a su cola.

Y mi cuerpo me abraza y sé
que faltas entre mi brazo y yo
pero no estás
y sé que esa parte que crece
se aprovecha de este vacío.
Que nos hace débiles
mientras tirita la veleta de nuestro destino.

Y a solas, juntos,
sabemos que no hay mano, ni pierna,
ni boca, ni barbilla, ni pecho
que se acople mejor a este cuerpo
pero la piel irritada de tu ausencia
grita con fiereza su amnesia.

Y viene el invierno que agita sus alas
para que crezca el miedo
el miedo, el frío, el ansia,
el frío,el miedo, el ansia, el frío…
ejército de dudas
arañazos contra el cristal
que finge protegernos.

Crece, como el lobo al que no alimentar,
como la sombra en la tarde,
como la lluvia en septiembre,
como la luna creciente,
crece, la parte que se consume de nosotros
el miedo que arrebata lo que fuimos.

 

Idiota, irresponsablemente estúpida
jugando con ésta proporción áurea
queriendo encerrarla en un círculo
para conservarla, para que no se escape
como si la perfección pudiera conservarse en formol.

 

Imagina que puedes no salvar el mundo esta noche, 
aunque seas mi salvador, 
aunque te necesite más allá de todo y de todos. 
Imagina por un momento que estás aquí, conmigo 
y que eso es lo único importante, 
aunque me hunda, aunque se caiga el cielo a pedazos 
y no tengamos donde escondernos. 

No quiero que me prometas, 
no quiero que te encadenes conmigo, 
no quiero arrastrarte al mundo real, 
necesito que sigas escalando edificios 
y colonizando satélites solitarios 
para seguir existiendo, 
para conseguir mis poderes, 
esos que me hacen seguir siendo parte del juego.

Imagina que puedes no salvar el mundo esta noche, 
aunque me convierta en damisela 
y se me encharquen los ojos, 
aunque sea negro el horizonte 
y grite asustada en la noche. 

Imagina, que estamos juntos 
y eso es lo único importante, 
aunque se acabe el tiempo de vernos, 
aunque se asuste la suerte y nos condene. 
No contaminemos algo tan puro, 
no construyamos esperanzas vacías, 
no caigamos en rutinas suicidas, 
necesito que uno más uno no sean dos, 
no sean dos, no sean dos, 
necesito que no sean dos.

Imagina que no puedes salvar el mundo esta noche, 
aunque sólo por existir, a mi, ya me hayas salvado.

Siento cómo el agua baña mi cuerpo
apenas cierro los ojos
el agua se hace pesada y espesa
la acaricio resbalando por mi cuerpo.

Mis yemas aún saben a ti
entre hierro y dulce
te saboreo.

Deslizándote entre mis dientes
juegas con mi lengua
eres adictivo, quiero más.

Quiero morderte, arrancar un quejido de tu boca
notar la sangre fluyendo, el charco de tu cuello.

Beberte.
Embriagarme.

Sentir el líquido viscoso tiñendo mis labios
calentándolos.

Lamer la herida, degustar gota a gota
las pinceladas que se derraman en el lienzo de tu cuerpo.

Agotar mi sed.
Saciarme.

El agua sigue cayendo sobre mi.

Esparciéndose sobre mi. Mojándome entera.
Cae sobre mi. Recorriéndome sin prisa
pasando por mis ojos, mi boca, mi cuello, mi pecho, mi ombligo
sentirla sobre mi. Recreándome despacio
pensando en tus manos,
tu tacto acuoso reptando por mi piel hasta detenerse en mi boca
queriendo que te pruebe, dándome un poco de ti
para que cierre los ojos y te pida más.

Te gusta jugar.

Tus manos arden, llenas de sangre caliente
sobre mi.

Otra vez un cuarto perecedero
ya se distinguen sus comisuras
su sabor a fuera de temporada.
miro los rayos de luz que filtra la ventana
y te recuerdo, entre mis cosas, recostado,
iluminado entre naranjas y ocres,
pintado con partículas en el reflejo de mi espejo.

Archivándote.

Racaneando el momento de envolver, de guardar,
de rendirse, de empezar de nuevo,
el descoserse de las paredes,
dejando hilos sueltos en tantas esquinas.
Tiro de mi sonrisa que se atasca
en muecas estereotipadas
y me detengo en la doble ración que dispongo por las mañanas
aveces, incluso, cuando no estás.
Se me encharcan las palabras
al buscar ventajas de no despertar a tu lado.

Archivándote.

Me agarro los tobillos
para que no se me partan al caminar
entre los quicios de las puertas que me llevan
a amaneceres sin guión.
Levanto la vista y encuentro una galleta,
un pájaro gordinflón, unas cuantas letras garabateadas
y AMOR,
amor en grandes dósis,
creo que tengo desordenado por el suelo
y temo no saberlo rescatar todo a tiempo.
¿Y si me lo dejo aquí? Sin querer, perdido en un cajón
o bajo las baldosas o filtrado por las paredes
como esas humedades verdes
que se me meten en los ojos
y florecen azules, o transparentes
marcando miedos en mis costillas.

Archivándote.

Ropa, más ropa que se amontona,
mezclada con la tuya, esa que te quito,
esa que me quitas y pienso en la de sitios
que nos faltan por enjuagar de besos y deseo.
Un paraiso sin gastos pagados
que los pobres hasta tenemos
que subir andando al cielo
y nos cuesta caro.
Y te veo a través del objetivo, del derecho o del revés
estiro mi mano y no puedo sentir el roce de tu piel en tu imagen.
Araño y rasco como un animal encerrado
y veo la sangre brotar de mis yemas.
Temo verte finalmente en llavero
en imagen mutable y muda que puebla mi pantalla.

Archivándote.

Me abrazo a mi colcha que se desvanece
y se hace invisible y pesada. Siento su aspereza,
latigazos fríos en mi espalda que reclama dolorida
la pomada de tu abrazo, el bálsamo de tus caricias,
las sábanas se tiñen de marea
en la que me pierdo en la noche.

Varada en la cima de mis reflexiones
de un reloj que acelera el ritmo
segun se me acaban las fuerzas.
Afeitándome la desidia que me crece en piernas,
brazos, en la tripa, en el pecho, en la risa.

Me siento en cada oportunidad de verte
para almidonar en mi retina
todo el catálogo de tus estados de ánimo,
de las formas de darme un beso,
de las maneras en que me tocas,
me abrazas, me mimas, me miras,
de todas y cada una de tus sonrisas
o tus gestos.

Archivándote
Archivándote
Archivándote

Con la ansiedad de un corredor de fondo
que se va quedando atrás
pero no ha perdido la esperanza
aún de ganar.

 

¿Qué será de nosotros cuando abandonemos el barco?
Siento miedo de que nos dejemos alguna fórmula milagrosa
en la habitación en la que a menudo siento que vivo contigo.

Te había coronado legítimo rey de las aves en el agujero oscuro que cerraba el día con una selva arropándonos en la tempestad, sintiendo el semicírculo que formaba tu pelaje. Me habías prometido las mil y una noche y la lámpara nos negó cada uno de nuestros deseos.

Me habías filtrado todas las lágrimas y yo te había echado al caldero varias veces como plato del día, nos torcimos en las enredaderas que isan los días y mañana y ayer se confundían en cada recuerdo, ensamblamos una estampita en los bordes de los sentimientos y se nos deslizó la mano al intentar no acercarnos demasiado.

Caimos y se encendieron un millar de mariposas y las dimos de comer palabras encriptadas que nacían en despertares blancos.

Me dijiste ven y amanecimos desafiando el tiempo en una alcoba inundada y una mañana esquiva que se desvanecía rápidamente. Salté a la aventura de conocerte del otro lado, me asaltaste en la frontera del sentir desarmada y me venciste sin esfuerzo. Fuimos mil y ninguno, nos transformamos en la sombra de la crisálidad que aún está por alcanzar su forma definitiva.

Con el inconformismo del felino que no coge la postura nos zambullimos en el foso denso de las cosas pendientes y mientras la marea nos azotaba en un vaso de cristal, asomaste la cabeza y nos convertimos en oportunidades mutantes que se pegan de cabezazos contra el techo al tratar de avanzar.

Nos miramos, brincó el silencio, se posó el miedo, nos invadió el fuego, avanzamos ciegos y trepó por nosotros la hiedra mielina que nos uniría.

No sé si todo esto pasó realmente,

si fue un sueño o tal vez, producto de mi imaginación.

#bdd6e4

https://lauramequinenza.com/videos/la-sombra-de-la-crisalida-jam-del-bukowski-club-2012-madrid/

 

Sálvate tú…
que yo hoy no tengo fuerza
he caído rendida
después de darme cuenta
que no soy tan fuerte
como aveces me creo
y me estoy haciendo ovillo
de tanto deshilacharme
y no encuentro las aceras
a las que poder abrazarme
para luego salir aullando
para correr sin zapatos
para perder el tiempo
sin saber el camino de regreso
sabiendo que hoy no seré tu cíclope
sabiendo que hoy no temblaré
como una luna de agua
que pertenezco a esa clase de seres
que padecen bipolaridad crónica
y que según me cierro hacia adentro
mis pies se van hundiendo
perdiéndose
abandonados al tragar sin compasión
de los días que me atusa la marea.

Sálvate tú
que no quiero arrastrarte conmigo
en mi delirio advenedizo
donde se pierde el juicio
donde las entradas y salidas
se convierten en látigos de fuego
en callejones mortales
en la tortura de ver
lo que no quieres ver
que no quiero que veas
cómo la calabaza se convierte en carroza
vendido todo el minuto, el segundo
la centésima para entenderme
y aún así las paredes me hacen rebotar
para darme cuenta que vivo en un espejismo
que al tratar de tocarlo con las manos
se desvanece y se convierte en arena.

Intentaré que las corrientes no me arrastren
no quiero llegar a la playa
pero tampoco perderme en alta mar
es paradójico pensar
que siempre nado en círculos
y no me atrevo a alejarme
más allá de la tercera boya.

Sálvate tú

Este texto lo escribí tras escuchar la canción, con el mismo nombre, de Andrés Suárez

salvate tu laura mequinenza
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Aún recuerdo aquel día, en el que casi muero ahogada,cuando dejé de ver la playa y sólo veía la tercera boya. Quizá, es que no oigo los gritos que me llaman desde la playa,quizás nadie sale corriendo atemorizado de que no vuelva,quizá la resaca es fuerte y por eso prefiero que los demás se salven, que esta vez igual no encuentre el camino de vuelta.

Hay varias paradas
antes de bajarse del tren en marcha
y cada una de ellas
es más emocionante que la anterior.

Arrancas el techo y siento miedo
no hay vuelta atrás
el corazón se ha descosido
para que lo abramos en canal
y bebamos de él.

Lo agarras con las uñas
con cuidad
y lo vas bordando despacio
a ritmo de lengua y delirio.

Bebemos sangre hasta caer borrachos
yo de tu lado, tú del mío.
Nadie entenderá esta sed inagotable
(sin correas perennes)

Esta noche
agarras mi cuello al borde del abismo
Me cuesta respirar
y tú tiras despacio de mi.
Despacio, despacio. Avivando el fuego.
Despertando los vampiros de pandora
El camino de vuelta borrado
entre los espacios que separan
los dedos de tus pies.

Uno, dos, el siguiente, el siguiente, el siguiente
¡Mañana no existe!¡La cordura no es una opción!

Maquiavélico
engarzas tus cuerdas de títere
abres las paredes
con la misma delicadeza
que abres tu boca
para dejar escapar
las palabras que me hipnotizan
los besos que me embriagan
que utilizas como arma
ante las comitivas explosivas de mis cavilaciones.

No dejamos pistas en mi cuerpo
todos los mártires yacen en tí
en tu espalda, en tu cuello, en tu aliento

Me explicas con tus miradas
lo que no me puedes explicar con palabras.
Abro los ojos en medio de un desierto
y tiro del alambre
que muta en mil direcciones.

Deshojas la mañana
desgarrando mis costados para hacerlos coincidir
giramos en todos los sentidos
y me convierto en puzzle, en muñeca, en invisible,
en tormenta, en pregunta, en respuesta.

Y el sentido deja de tener sentido para convertirse en:

“Tú y yo estamos en un tren en marcha que no sabemos donde va
pero que cada estación es mejor que la anterior.”

Contrabando.
Cambio chocolate a cambio de papel.
Prefiero té.
Y yo cerezas.
¿Sabes? Esta noche me has salvado.

Caminas lento bajo la lluvia.
No temo mojarme. Y nos mojamos.
No hay prisa
pero nos ponemos a resguardo
entre paredes que sudan frases
que esta noche no leemos.

¿Hacia dónde giran mis pies
debajo de esta mesa?
Vámonos y dejemos
que las voces que chirrían
sigan presas entre cuadros
y cabezas de caballo.
No, no olvido tan fácilmente una cara
Ni tampoco sé evitar que se note
cuando estoy nerviosa.

Escaparemos de nuevo
a ser víctimas del azar
encontrando sonrisas
envueltas en arroz y tomate
o excusas para acabar
peleando con el vino
en tu casa y seamos
únicos náufragos de nuestra historia
que amanecen envueltos
de una luz rojiza
que esculpe el tiempo
y transforma a los tigres
en gatos que maúllan
entre arrumacos.

Era de noche y no era tu cama, ni la mía
era de noche, y una serpiente en tus ojos.
El rojo nos tiñó la saliva
mientras nacían en tu espalda heridas
cuanto más profundas, más nos unían.

Entre mis muslos, llora un río.