Me he tropezado con tu abrazo
que esta noche estaba de saldo,
igual que el mío.
Arremolinados en los brillos
que se van consumiendo
en los vasos que apuramos.
Mientras me sonríes,
mientras me sonríes.
Mientras buscamos excusas estúpidas
para no separarnos
y que tu brazo
pase por mi cintura
si me descuido
y yo que no me doy cuenta
pero me acomodo
a la forma de tu cuerpo.
Tropezamos con historias
que nos marcan ya distancias,
con largas distancias
para que no nos enredemos demasiado.
No sea que se confundan
nuestras ropas en la madrugada
debajo de la cama.
Somos transeúntes,
transeúntes que tropiezan, se sonríen,
que mezclan el sabor de sus bocas,
el tacto de sus manos.
Pero que
cuando llegue la mañana,
se despedirán apresurados
recordando
con la culpa en tus ojos
que son dos desconocidos
que tropiezan sólo de madrugada,
para no despertar más cariño.
- Ninfas
Batiburrillo de bocetos con ninfas y otras cuasi musas
A media cerveza de más,
vocalizamos peor,
pero hablamos más claro.
Hubiera jurado
que habías dejado de quererme,
de perseguirme,
que ya sólo eran sombras
tus ojos brillantes en la madrugada.
Y con la voz tomada,
acariciando la mano
que siempre evitas tocar,
me di cuenta que tú
no eres más que otro
que echa de menos esa chica
que desecho cada verano.
Y nos cuesta entender
que ambos nos buscamos
en lados equivocados
y hablamos
como si estuviéramos en el mismo momento.
Entonces
la cerveza
me ayuda a entender
todo aquello que no somos capaces de entender
cuando no estamos borrachos.
El corazón me bosteza en la mano los días pares,
los mismos en los que, parece
que, te acuerdas de mí, quejándose.
-Claro, claro, “ahora te encanta buscarme”.
En la papelera del ya es tarde,
como todos, como todas,
incluso sin klennex somos dramáticos.
Quieres verme desnuda de nuevo,
o puede que el azul de mis rizos,
bajo la luna, sea más intenso.
Me gritan los párpados
de buscar en los silencios.
Cada viernes,
se arranca una teja en mi mejilla,
inventándome el desenlace final.
Adicta a los finales a la francesa.
Todos nos queremos en silencio
y no me hace falta más que una sonrisa,
para olvidarnos con cariño.
Y aparcar ,el día a día,
en el cajón de los para luego, los quizás.
– ¿Me invitas al balcón de tus ojos?
– Sólo si saltas esta noche.
Mañanas con prisa y sin prisa,
con el mismo sabor a fin de temporada.
Aparcamiento en fase de demolición.
Agárrame del pecho
y dibujemos una flecha aleatoria.
Para fallar, yo también, sé ser profesional.
Regálame la risa, lo demás, no importa.
Apúntame la dirección de aquella tarde,
en la que reímos tanto,
quisiera volver a ella, algún día.
Poema incluído en La coleccionista de Azules
Yo no tengo alacena, pero me gusta la palabra,
me gusta tanto que decidí inventarme una, una ficticia,
donde almaceno todo aquello que no puedo guardar en otro sitio.
Y cuando voy, más que alacena,
tengo un auténtico trastero.
Y me reencuentro con las cosas
que siento que ya no tenemos,
y sin querer piso las que creo que compartimos.
Andan por ahí perdidas, sueltas
y tan sucias que es fácil no reparar en ellas.
Alguna vez, he pensado en ir a la alacena y limpiarlo todo
y quedarme sólo con lo que realmente vale la pena,
pero tengo miedo a que el impulso me haga deshacerme de cosas que están ahí,
pero que no sé que aún necesito.
No quiero deshacerme de ellas.
¿Y si rompo o pierdo algo? Algo de esa magia
¿Y si desaparece la telaraña que la sujeta?
¿y si me equivoco y al barrer, la hago desparecer ?
Así que aveces, voy a la alacena, doy una vuelta por allí.
Y curioseo,
pero no toco nada, lo dejo todo en su sitio
y confio en que todo está bien y que cuando llegue el momento
sabré rearmar el puzzle de nosotros que aún guardo en la alacena.
Esa forma que tienes de cercenar mis avances contigo,
cuando me empiezo a sentir otra vez cómoda
otra vez segura, atacando de nuevo.
Dices que estás educándome,
y lo dices tan serio, que temo que sea verdad.
No sé cómo decirte que te siento lejos,muy lejos
y siempre pienso en alejarme definitivamente.
Entonces, cuando pienso en huir,en no volver
me vuelves a sonreír con esa sonrisa tuya
que se come los demonios y me los devuelve fríos
y aparentemente muertos.
Me posas los besos en mi boca, con ese gesto inconsciente
que haces tan pocas veces, y me parece algo mágico.
Me siento como una niña pequeña
a la que le dan aquello que tanto ansía.
Este adiestramiento voraz
me hace sentirme presa de un ardid letal.
Vulnerable, sin amor,
débil en una guerra fría.
No estamos enamorados,
pero sólo nos tenemos el uno al otro
tú buscas otras, yo me dejo buscar
y seguimos solos en este desierto
en el que sobrevivimos
a base de contrabando de afecto.
Bajo la luna creeré avanzar
tal vez me confiaré
pero cuando mengüe,
volveré a sentir tu fría presencia,
en este invierno que une nuestras soledades
haciéndonos creer que somos algo
cuando no somos más que
dos náufragos que se dan abrigo.
Ahora nos dicen cuando tenemos que ser felices
y cuando dejar de serlo, después de la navidad,
otro término comercial, blue monday o
el día más triste del año
He oído que hoy es el día más triste del año
y he pensado que igual
era mejor no levantarse de la cama.
Fuera nieva y me parece gracioso pensar
que pueda llegar a nevar
en una ciudad como esta
y sin embargo ni el frío,
ni la nieve, ni el día más triste del año
me han hecho sentir mal.No estoy triste,
yo, que ando luchando con el nenúfar que me parasita
yo, que he desestimando las sendas de baldosas de azúcar
porque me van más los callejones oscuros
yo, que a cada caricia de menos pierdo razones
para querer verte.Yo, que no sé escribir poemas alegres de cosas tristes
yo, que tengo una montaña encima del pecho
yo, que dibujo tristezas en la gente que no tiene
y los hago marchitar en mis retratos
yo, que colecciono jardines de ausencias
y en su lugar planto rosales con orgullo.No estoy triste, el día más triste y frío del año.
No me he muerto,
ni se me ha escapado el alma por la boca
ni se me han fermentado tus excusas.
No se me achica el cuarto
ni se me hunde el cuerpo en la cama
no se precipita el techo
ni se me escaman las costillas.No te echo de menos
No / te echo / de menosNo se me encoge el estómago
ni me veo fea y vieja en el espejo
no me faltan todas las personas que me faltan
ni asoma hoy el cráter oscuro de mi futuroNo me asusta el fantasma de yo misma
ni vienen las druidas a quemarme en vida.Mañana, quién sabe,
Texto perteneciente a La coleccionista de Azules
quizás venga la tristeza a adueñarse de mí
pero hoy
no estoy triste
el día más triste del año.
Hoy me humedezco
pensando en la prohibición
de dormir con bragas.
En alguna parte, duermes,
en una buhardilla.
Pienso en la noche, la primera,
en la que sobre tu cama,
nos desarmemos, sin habernos nunca aún besado,
sin habernos profanado.
Sin bragas.
Puede que no sea en París,
puede.
Si me vas a mentir
hazlo
hazlo con descaro,
con alevosia, miénteme
pero no te arrepientas, hazlo,
créete tu propia mentira, hazla verdad.
Que no exista nadie que sepa tu mentira,
borra el rastro, las huellas, comete el crimen perfecto.
Miénteme, como tú sabes hacerlo
con esa perversidad inocente,
con esa mirada desafiante, del que se siente ofendido,
del que quieres creer, necesitas creer, y crees.
Cayendo en la tejida trampa de seda que se acomoda
según voy escuchando cómo se formulan tus palabras.
Hipnóticas.
Falsas. Siempre falsas, pero tan tuyas, que parecen verdad.
Esta noche estoy esperando que se ilumine la pantalla,
espero que aparezcas para rescatarme de la neurosis
que me producen los días tras los findes raros.
Temo los findes raros, son el cáncer
que se van apoderando de mi seguridad afectiva.
Después de un finde raro, las cosas
ya no vuelven a ser como antes,
donde antes había complicidad,
deja de haberlas,
las frases y juegos de palabras
ya no fluyen naturalmente
y aveces aparecen esos silencios feos,incómodos,
acompañados de miradas de circunstancia.
¡Hasta los besos son raros, saben a artificiales!
Ahora temo verte,
temo que ya no puedas volver a mirarme
como me mirabas antes.
Con esos ojitos, esa ansiedad,
con esas ganas de besarme a toda-hora
o esa forma de abrazarme
y alargar el tiempo para que no me vaya
esa habilidad tuya de secuestrarme,
para liarme siempre y me quede a dormir contigo
aunque tenga exámen al día siguiente
aunque esté enferma.
Temo que cuando nos veamos
el aire se haga tan espeso
que sea incómodo respirar
y las miradas no se claven fuerte en los ojos
sino que deambulen incómodas
a la búsqueda de alguna excusa
para de nuevo alejarnos.
Temo que desandemos el camino andado
y volvamos a ser esos desconocidos sin saber qué decirse
pero esta vez, sin ganas de conocerse.
Me llevaste a la playa
me llamaste sirena
y a las dos de la tarde
debajo del agua, follábamos
mientras fuera parecía
que sólo abrazos y besos
nos dábamos.
El mar es testigo
que desde ese día
me apetece a todas horas
follar contigo.
La luna te convierte en lobo
cuando me buscas como a una perra
la excusa esta vez era ver la luna
la excusa era ver las estrellas.
Y mientras el azul nos iluminaba
nos guarecimos en la torre alta
para que ya siempre así te recordara,
en esa torre, en esa noche,
sin desvestirnos apenas
mientras la luna nos miraba
aullamos los dos a un tiempo
aunque fuésemos de diferentes razas.
Qué bonito es noviembre
qué bonito el sol
qué aún calienta
suave, cariñoso, cercano,
qué bonito el mar
tan azul, tan calmado,
tan solitario
ahora
que nadie viene a bañarse.
Qué bonito todo
y tu cara, sonriente, alegre
con esos ojos tuyos
tan brillantes.
Qué bonito el amor, en otoño,
cuando todo invita a abrazarse
a juntarse.
Y llueve
repiquea el agua en la ventana
qué bonito todo
cuando está mojado
con esos colores
con ese olor
que me recuerda
qué mágico y bonito
está siendo contigo
este Noviembre.
Texto perteneciente al poema Cementerio de amor muerto. Parte III
Si no muero demasiado pronto
sé que moriré sola.
Soy una romántica extravagante
enamorada del concepto del amor
una kamikaze adicta
al vuelco emocionante
del salto al vacío.
Coleccionista inconformista
obsesionada con encontrar
la pieza perfecta.
Hoy, se ha vuelto a romper,
como siempre,
después del insomnio adolescente
viene la gran caída,
despegarse esa magia
que cubría la piel
una vez que pierde su efecto.
Frío.
Vacío.
Silencio.
Mi cementerio está lleno
de amor muerto.
Incluído en el poemario La coleccionista de Azules
Texto perteneciente al poema Cementerio de amor muerto. Parte II
Tú, de mi colección de tús.
Esos, a los que escribo constantemente.
Hoy, de golpe,
aparecerás en mi vida,
sin yo planearlo,
una obsesión
te llevará a buscarme,
a seducirme,
a volverme loca,
y yo,
una vez más,
caeré en tus redes.
Siempre es igual,
me dejaré llevar,
despertarás en mí complicidad,
me encariñaré contigo,
me acostumbraré a ti,
me dirás que soy perfecta,
que nunca has conocido a nadie como yo.
Y… te creeré,
22 23
te creeré, vehementemente,
con la fe del que quiere creer
del que necesita creer
y cree.
Creeré que estamos predestinados
que el entramado esotérico
ha ideado algo especial para nosotros.
Y, el día menos pensado,
una sombra funesta
acabará con alguno de nosotros
el amor penderá de uno de los dos.
Se acabará el misticismo,
la magia, los ojos brillantes
y arañaremos el pozo de los recuerdos
y ambos buscaremos sin éxito
una cura milagrosa.
Nos alejaremos.
Nada volverá a ser igual,
nunca volverá a ser igual.
Otro amor más,
muerto, para mi cementerio,
los tús de mi vida,
que se acumulan
en mi garganta,
en mi cabeza,
en mi entrepierna.
Me asusta pensar
en que algún día pierda la fe,
la fe de que existe un amor
que no muera
que no irá a parar
a mi cementerio
mi cementerio
de amor muerto.
Incluído en el poemario La coleccionista de Azules
Texto perteneciente al poema Cementerio de amor muerto. Parte I
A altas horas de la madrugada,
buscar a alguien que haga de salvavidas.
Esta noche,
miro náufragos que posiblemente,
aunque callados,
anden necesitando lo mismo.
Qué silenciosa es la noche
y lenta
cuando no hay nadie a quien llamar
nadie que te rescate
nadie que te eche de menos
nadie
mirando un móvil
inerte
mirando el techo
mirando el azul
tiñéndolo todo.
Una noche más,
no puedo dormir.
A mi cabeza
vienen tantos tús,
tús que no lo son tanto,
podría abrazarme
a cualquiera de ellos
y seguiría sintiendo este vacío.
No lo llenarán, no,
solo, tal vez,
una sola noche.
Mañana todo sabrá a marchito.
Cariño usado de contrabando.
Adioses
que parecen hasta luegos,
pero son eternos.
Esta noche lloraré a todos mis muertos
caerán sus cenizas sobre mí
y cada silencio
será una nueva losa.
Vendrán a mí
cada uno de sus funerales
vacío,
más silencio,
sigo sola.
Esta noche pesa sobre mí
el tiempo parece no querer avanzar
me empeño en fingir
que voy a dormir.
Catálogo de preguntas
existenciales y suicidas
crece esta ansiedad
este esperar que algo suceda
algo mágico que me salvará de mí misma.
Vuelvo a los tús, a los milagros,
a refugiarme en el papel
a sembrar ejércitos de poemas,
a rasgar el tiempo
a inundar telas
a vomitar letras
la melancolía invade,
ahora, todo mi cuarto.
No puedo dormir
no puedo
no consigo dormirme
ni salvarme
ni llamarte
ni olvidarte
esta noche
que parece no querer,
nunca, terminar.
Incluído en el poemario La coleccionista de Azules
Mutilación
Entonces
perdiste la complicidad conmigo
y no conseguí que volviera.
Me has llevado de viaje
a un viaje de ensueño
me has mimado y consentido
como a una niña pequeña
Yo
sin embargo
lo que más recuerdo
es cuando cogiste
los dedos de mis manos
e hiciste el recuento
de cual enviarías y a quién
una vez me despedazaras
y me cortaras en trocitos.
Y son dos, aveces tres,
unidos, hermanos,
adorablemente extraños.
Dibujan una danza,
yo en medio,
cada piel me atrae
de forma distinta.
Saboreo la impaciencia
de sentirlos todos
tan cerca
tan lejos.
Simultaneando complicidades.
Hay tantas señales
y un stop que me asusta.
Pierde intensidad la caza
de tanto desaprobecharla.
Mientras me ahogo…
Apareció un valle
el badén suicida
nos transportó al desierto.
Y nuestras pistas nos llevaron
a unas minas doradas
promesa de un lugar que jamás pisaríamos
en busca del minegro
dos metros más allá
del sendero donde los jabalíes
guardarían el mirador del cielo
estrellas menos contaminadas
y lunas encriptadas de nubes
protegidas por infantes con el rostro de la muerte.
De día pisaríamos arena negra,
descubriríamos valles de sirenas
y conquistaríamos el mar
o se revelaría mostrándonos sus fauces
para recordarnos que es ingobernable.
De noche eclipsaríamos a la oscuridad longeva
que se extendía salpicada de cactus y montañas.
Buscando excusas adolescentes
para acercarnos tímidamente
siguiendo tu olor como una droga
hasta que la luna
nos convirtiera en licántropos hambrientos
y aulláramos
ante el silencio abisal
en el que las horas pasaban raudas
y nos acechara el día
que nos trajera de vuelta.
Aunque ambos, ya sabes,
que siempre fuimos más
de amaneceres felices.
Mientras me falta el aire,
esta dulce sensación de asfixia
mientras me ahogo
Lo recuerdo todo… borroso.
Quién pudiera caer al fuego
y purificarse,
nacer de nuevo,
revivir de las cenizas
como un ave fenix.
Dejar atrás la sensación putrefacta
que nos hace ser débiles
dejar atrás el olor nauseabundo
de las inseguridades.
Quemar todo
quemarse por fuera
y por dentro
hasta que la piel nueva
nos haga sentir infantes,
nuevos,
todo pureza e inocencia.
Quién pudiera
esta noche
arrojarse a la hoguera
y reaparecer
una vez se apaguen las llamas
como una maldita Targarian.
Donde las agujas no se atreven a señalar
los soñadores coleccionamos
lo que los demás creen que no existe
La parte que se consume de nosotros, crece
Se alimenta del miedo,
ese que cultivamos, a cada rato,
en cada alacena. Miedo.
Miedo que crece como vello
que se esconde en mis poros. Miedo.
Y nace la lumbre que achica la fuerza
que dibuja muros.
Envenena la lengua
arrancando lágrimas
que nos separan más
que esta fría distancia.
Y la noche, que lo cubre todo
te hace más feo, más borroso
y te garabatea a ti con dientes fieros
y a mi con garras afiladas.
Miedo. Miedo al miedo.
A que corramos con fuego
ahuyentándonos
creyendo ir en nuestra ayuda
como un perro pequeño
que teme a su cola.
Y mi cuerpo me abraza y sé
que faltas entre mi brazo y yo
pero no estás
y sé que esa parte que crece
se aprovecha de este vacío.
Que nos hace débiles
mientras tirita la veleta de nuestro destino.
Y a solas, juntos,
sabemos que no hay mano, ni pierna,
ni boca, ni barbilla, ni pecho
que se acople mejor a este cuerpo
pero la piel irritada de tu ausencia
grita con fiereza su amnesia.
Y viene el invierno que agita sus alas
para que crezca el miedo
el miedo, el frío, el ansia,
el frío,el miedo, el ansia, el frío…
ejército de dudas
arañazos contra el cristal
que finge protegernos.
Crece, como el lobo al que no alimentar,
como la sombra en la tarde,
como la lluvia en septiembre,
como la luna creciente,
crece, la parte que se consume de nosotros
el miedo que arrebata lo que fuimos.