El romanticismo me hizo imaginarte
joven, esbelto,
con poderes sobrenaturales
que tu boca en mi cuello
me podría hacer inmortal
o morir a tu voluntad.
Una increíble melena
Infartando mi deseo
ciega como grupie adolescente
Víctima inevitable
A una mirada hipnótica
Estroboscópica
Incapaz de negarme
Después de que llevaras
Océanos de tiempo
Buscándome.
Sin embargo
al caer la noche
he deseado acabar con tu estirpe
tu especie y cualquier otra
que, como tú,
se alimente de sangre.
Malditos hematófagos
Fetiche perverso
Degustar el dulce cáliz
Que nuestro cuerpo segrega
Sangre que no solo atrae
a aradores o candirus
jejenes, chipos, chinches, pulgas, piojos o mosquitos
también atrae ladillas
también atrae a la tenia
también vendrán los tábanos
adictos a la sangre
sanguijuelas
lampreas
garrapatas
y tú
el más peligroso de todos
hematófago
corrupto
impasible
insaciable
asfixiándonos
succionando no eróticamente
hasta dejarnos totalmente
secos
no inmortalmente no vivos
no realmente muertos
indefensos
¡Vampiros!
Hasta la última gota de sangre
me cuesta llamaros humanos
os quedáis absolutamente con todos los recursos
os habéis apropiado del nuestro mundo.
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- El cristal de la pecera
Estaba bien en la pecera, hasta que a través del cristal descubrió que era una confortable esclavitud en una pequeña jaula transparente.
Sin haber vertido aún
el secreto definitivo,
vamos acumulando
el lado equivocado de la balanza.
Marcamos la distancia
que aún nos queda por recorrer
con el soliloquio de aquel
que aún no ha decidido.
Avanzando,
entre despedidas de papel y cartón,
embalando sueños,
aplazando para un quizás,
para un mañana, para otra vida.
Vistiendo besos marchitos
escribimos la historia del vencedor,
el incansable domado,
que ganó una vida.
Me han avisado que aún no es tarde
para convertirse en uno mismo,
pero creo que perdí la referencia del pedido
y me llegó un yo erróneo.
Si fuera un poco más…y un poco más…
siempre a la sombra de nuestro yo crecido,
esperando que los yo menguados de los demás
sean tal vez más valientes y no se apeen como nosotros.
¿Me dedicas una vida mejor?
Lactantes, que no eligieron existir,
llevando el peso de otras riendas.
Serpentea la caricia
que llega entretiempos por la espalda
alabando las medallas que nos hacen llevar puestas.
En el plato,
dos trozos menos,
pero aún queda vino para largo.
Ahora,
nos miramos,
frente a frente
en la antesala del momento
que maneja el epicentro,
estiras tu mano
y se esfuma la conversación,
mientras acaricio el placer de engordar
la despensa del que no lo necesita,
acumulando
el lado equivocado
de la balanza.
El ala, el ala, el ala
recompensa adrenalina
el ala, el ala, el ala, el ala, el ala,
recompensa adrenalina
si sigo moviendo el ala, habrá nuevas recompensas
el ala, adrenalina el ala, el ala, el ala, el ala,adrenalina, el ala, el ala, el ala, el ala, el ala, el
ala, el ala, el ala, el ala, el ala, recompensa adrenalina
el ala, el ala, el ala, el ala, el ala, el ala, el ala, el ala, el ala, el ala, el ala, el ala, el ala, el ala,
el ala…
y así la paloma se volvió loca
moviendo frenéticamente el ala en busca de su recompensa
La persona protagonista de nuestra historia , le pasó algo parecido
Botón, recompensa, adrenalina
botón, botón recompensa adrenalina,
botón, adrenalina
botón, botón, botón …
Skinner la hubiera colocado en una caja
si ella fuera una paloma
pero ella no era una paloma
era una persona
y su forma de mover el ala
era apretar un botón
su recompensa
también aleatoria
un ardid para el juego perdedor.
Cuando no puedes controlar
el ala, el ala, el botón, el botón,
el una y otra, y otra, y otra, y otra
y otra, y otra, y otra, y otra vez
repetir compulsivamente la misma rutina
es cuestión de tiempo convertirte
en una de esas palomas locas.
Los locos que aprietan botones
no nacieron solos
ellos, también, son fruto de un experimento
uno rentable.
La búsqueda patológica de la recompensa
no debería ser el negocio de ninguna empresa.
La enfermedad crónica, tampoco.
Despertar al monstruo latente
estimulando la reiteración de la conducta
de apretar el botón, apretar el botón, apretar el botón,
el botón, el botón, el botón, el botón, el botón, el botón…
No culpes a la ludopatía
si te has dedicado a meterlos
uno a uno en cajas
y entrenado desde pequeño
hasta convertilos
en palomas locas
no digas adicción
si has llenado de experimentos nuestros barrios
si has ensuciado la mente adolescente
sois asesinos en serie, asesinos
y vuestras víctimas no tienen nombre
caen en nuestro bando, en nuestras calles, en nuestras manos.
Las muertes sin nombre
son ahogadas vidas que se lleva el dinero
y llevan la mancha de vuestras casas.
Los que establecemos las reglas del juego
hemos decidido
que para poder mutilar las ya precarias condiciones de lo que viene siendo la clase baja
vamos a sacrificar varias generaciones y condenarlas a que no tengan
NI una sola oportunidad de estabilidad
NI organismo regulador que se preocupe lo más mínimo en arreglarlo.
Crearemos una ilusión óptica en las que las condiciones actuales
harán creerse a la población en una aparente burguesía
y se llamarán así mismos clase media
diferenciándose de las generaciones que vamos a sacrificar.
Echaremos las culpas y responsabilidades sobre los condenados
forzándoles a estar constantemente en formación
o en trabajos no remunerados
a las espaldas de los que puedan apostar por ellos
y quizás así consigan eximir su maldición.
Al resto
NI estabilidad, NI oportunidades
NI perspectivas, NI opciones
Condenados,
la maldición de suplicar que sean bendecidos
con un trabajo miserable
que sea pan para hoy
y hambre para mañana
NI casa, NI familia
NI ocio, NI futuro
Sólo les quedará rogar para poder producir
y mientras no produzcan
inventaremos términos despectivos
para que interioricen la culpa,
para que el resto,
los que viven la ilusión óptica o los mantenidos por ésta
les responsabilicen de su maldición.
Nosotros, los que inventamos las reglas del juego,
al enfrentarlos,
habremos vuelto a hacer un trabajo perfecto.