Texto de la profeta IV
Hubo un día
en el que los campos se volvieron violetas
el cielo lloraba porque tenía que matar a las bestias
el olor espeso y enviciado de las ciudades
ahora llenas de insectos
las flores empujaban hacia arriba
pero nadie las dejaba crecer
los cascarones se negaban a abrir
por miedo a ser engullidos
el rocío teñía todo de magenta
el barro cada vez más alto
el sol de contrabando
cadenas friccionando
óxido y mordazas paralizando la humanidad
en el suelo,
ojos y corazones abandonados.
Recuerdo estar allí
y no recordar cómo había llegado
mis manos, sujetaban sin embargo
inexplicablemente
una venda.