Sin haber vertido aún
el secreto definitivo,
vamos acumulando
el lado equivocado de la balanza.
Marcamos la distancia
que aún nos queda por recorrer
con el soliloquio de aquel
que aún no ha decidido.
Avanzando,
entre despedidas de papel y cartón,
embalando sueños,
aplazando para un quizás,
para un mañana, para otra vida.
Vistiendo besos marchitos
escribimos la historia del vencedor,
el incansable domado,
que ganó una vida.
Me han avisado que aún no es tarde
para convertirse en uno mismo,
pero creo que perdí la referencia del pedido
y me llegó un yo erróneo.
Si fuera un poco más…y un poco más…
siempre a la sombra de nuestro yo crecido,
esperando que los yo menguados de los demás
sean tal vez más valientes y no se apeen como nosotros.
¿Me dedicas una vida mejor?
Lactantes, que no eligieron existir,
llevando el peso de otras riendas.
Serpentea la caricia
que llega entretiempos por la espalda
alabando las medallas que nos hacen llevar puestas.
En el plato,
dos trozos menos,
pero aún queda vino para largo.
Ahora,
nos miramos,
frente a frente
en la antesala del momento
que maneja el epicentro,
estiras tu mano
y se esfuma la conversación,
mientras acaricio el placer de engordar
la despensa del que no lo necesita,
acumulando
el lado equivocado
de la balanza.